El recordado líder y activista sudafricano Nelson Mandela dijo en una ocasión que “la educación es el arma más poderosa que podemos usar para cambiar el mundo”. A lo largo de mi vida he podido constatar la veracidad de esas ilustres palabras. En un mundo en el que abundan los conflictos y prejuicios entre personas y naciones, creo firmemente que muchos de estos pudiesen ser evitados con conocimiento e información. La educación no solo nos otorga las herramientas para ejercer una profesión, lo que ya de por sí es un propósito noble, sino que también amplía los horizontes de nuestra mente y nos da la capacidad de entender y celebrar la diversidad, que nos enriquece como seres humanos.
Este debe ser siempre el rol de la universidad en medio de la sociedad: ser un oasis de sabiduría del que las nuevas generaciones puedan abastecerse para convertirse en entes transformadores que combatan la inequidad, la opresión, la injusticia y todo lo que atente contra la sagrada dignidad del ser humano. Nosotros, los que tenemos el honor y el privilegio de laborar en la docencia y/o en la administración universitaria, tenemos en nuestras manos la posibilidad de cambiar el rumbo de la historia, forjando líderes comprometidos con un mejor futuro para Puerto Rico y el mundo. Tenemos también los sueños de aquellos futuros maestros, médicos, abogados, trabajadores sociales y otros profesionales que albergan la ilusión de ejercer dichas profesiones, para poner sus dones y talentos al servicio de los demás.
La tarea de educar nunca ha sido fácil. Hoy día se suman nuevos retos que pueden parecer intimidantes: el éxodo de puertorriqueños hacia el exterior, las dificultades económicas que atraviesa nuestro país, los cambios acelerados en la tecnología y la forma en que nos adaptamos a ellos y los utilizamos en beneficio de nuestra labor. Tenemos además el reto de permanecer relevantes ante un mundo que evoluciona a pasos agigantados y, con él, sus necesidades y las de su gente. Por tanto, es nuestra labor continuar haciendo lo que mejor sabemos hacer: poner toda nuestra pasión en reinventarnos constantemente para proveer una educación de alta calidad y herramientas que capaciten a nuestros jóvenes para llevar una vida exitosa y fructífera.
Dentro de esta realidad, el Trigésimo Cuarto Senado Académico juega un rol crucial en el logro de la misión de nuestra institución y recinto, proveyendo apoyo en los procesos que llevan al desarrollo de nuevos programas académicos de vanguardia y de políticas que benefician a toda la comunidad universitaria. Creemos firmemente que cada voz es valiosa e importante y que solo juntos podemos caminar tras los más altos ideales y valores humanos y cristianos, enalteciendo nuestros colores institucionales. Culmino con un fragmento de la bendición de San Francisco de Asís a fray León: “Que el Señor les bendiga y les guarde; les muestre su rostro y otorgue su gracia. Que les mire benignamente y les conceda la paz”. Paz y bien.
Jorge A. Agudo Ruiz
Presidente del Trigésimo Cuarto Senado Académico